Entrevista, Políticas Públicas

Experiencias de activismo y empoderamiento de personas LGBTIAQ+ en Chile: Erika Montecinos

SANTIAGO, 15 de junio. Con motivo del Mes del Orgullo, hemos preparado una serie de entrevistas con activistas destacados de diversas áreas en Chile. Hoy tenemos el honor de conversar con Erika Montecinos, una periodista, escritora y activista lesbofeminista chilena. Erika es fundadora de la primera revista digital dedicada a la cultura lésbica en Chile y una de las impulsoras del Día de la Visibilidad Lésbica en nuestro país.

  • Erika, gracias por estar con nosotros en esta entrevista. Eres una figura destacada en el movimiento lesbofeminista en Chile. ¿Podrías contarnos un poco sobre tu infancia y qué te llevó a convertirte en activista?

No sé qué contar exactamente sobre mi infancia, pero puedo decir que nací en Santiago de Chile y viví mi infancia en la comuna de Conchalí, durante la dictadura. Era una niña en los años 80, en plena dictadura, y vivía cerca de poblaciones en una zona bastante precaria. Aunque mi casa no era tan precaria, el entorno que me rodeaba sí lo era. Ahora, como adulta, reflexiono y creo que esa experiencia influyó en la formación de mi conciencia social.

Fui testigo de las protestas con neumáticos, similares a las de hoy en día, pero en versión de los años 80. Estas experiencias marcaron mis memorias y hasta hoy influyen en mi discurso y en mis proyectos creativos, ya que frecuentemente recurro a mi infancia vivida en dictadura. Además de las protestas, recuerdo las colonias veraniegas organizadas por jóvenes que intentaban brindar una infancia feliz a los niños y niñas más vulnerables de las poblaciones periféricas. En esa época, los temas LGBT estaban completamente invisibilizados; no se hablaba de ellos y apenas se hacían bromas homofóbicas en eventos como el festival de Viña. Mi primer contacto con el término «lesbiana» fue a través de comentarios sobre Cecilia que escuchaba de mi mamá.

Bueno, en cuanto a lo que me llevó al activismo, yo empecé más tarde que muchos, a los 25 o 26 años. Pasé toda mi adolescencia en el closet y salí a los 24 años, que hoy se considera una edad adulta. Salí del closet en la universidad, que me abrió la mente y me dio la confianza. En los años 90 no había redes sociales, así que buscaba lugares presenciales como discotecas y organizaciones. En 1996-97, llegué al Móvil Histórico a través de un programa de radio, «El Triángulo Abierto». Ahí me informé sobre otros grupos, como la Coordinadora Nacional Lésbica, y empecé a participar tímidamente mientras estudiaba periodismo.

En esa época, sin internet, uno tenía que buscar su «manada de cisnes», como decía una amiga. Mi verdadero activismo empezó en serio en 2002 con la revista y el sitio digital «Rompiendo el Silencio». Ahí tuve conciencia de la urgencia y necesidad de actuar, y desde entonces me he dedicado plenamente al activismo.

 

  • Fundaste «Rompiendo el Silencio» en 2002. ¿Qué te motivó a crear esta revista digital y cuál ha sido su impacto en la visibilidad y cultura lésbica en Chile?

La revista tuvo un gran impacto, especialmente entre adolescentes de la época. Muchas me han dicho que gracias al sitio se sintieron muy acompañadas. Como periodista, trabajaba en medios de comunicación y agencias de noticias, así que estaba muy vinculada al mundo de las comunicaciones. En esos años, con el auge de internet, comenzaron a aparecer muchos sitios web, incluidos diarios electrónicos como El Mostrador, que era una gran novedad. Noté que la mayoría de los sitios gays de la época estaban dirigidos casi exclusivamente a hombres.

En ese tiempo, se hablaba solo de gays y lesbianas, y los bisexuales estaban muy estereotipados, incluso dentro de la comunidad. No se mencionaban temas no binarios ni se hablaba de travestis.

Conocí a muchas compañeras trans, pero el discurso en ese tiempo era solo sobre gays y lesbianas, principalmente gays. Disculpa lo autorreferente, pero siempre me he considerado visionaria, y sentía que hacía falta un medio de comunicación de contenido lésbico, no solo una página de citas. Inspirada en las revistas de Estados Unidos, decidí crear una revista lésbica de cultura. Como en Chile no había revistas impresas, opté por un sitio digital.

Con una convicción tremenda, generé contenido de primera fuente. Salía con mi grabadora en mano a entrevistar activistas lésbicas y a reportear eventos. Quería dar visibilidad a las muchas actividades de las lesbianas que no se conocían en ningún lado, aprovechando mi experiencia en comunicación.

Fui entrevistando y haciendo reportajes, como uno de tres partes sobre la primera organización lésbica en Chile, entrevistando a sus fundadoras y la generación de los 90. Tenía una fotógrafa que me acompañaba a protestas y marchas para reportar. Rompiendo el Silencio ganó prestigio no solo por los foros, que eran muy visitados, sino porque informaba sobre la historia del movimiento feminista. Rompiendo el Silencio marcó un quiebre porque, a diferencia de otras páginas web para lesbianas que ofrecían acompañamiento y consejos, era un medio de comunicación que publicaba noticias sobre cultura lésbica y feminista. Esto lo hizo muy novedoso.

¿Quién podía hacer un medio así en esa época? Mi sueño siempre fue tener la revista en papel, pero al principio no era posible. Finalmente, en 2008, logramos sacar la primera edición tras postular a fondos internacionales. Conocí a muchas feministas que me ayudaron a escribir y llevar adelante estos proyectos. Gracias a su apoyo, pude financiar la revista por tres años: 2008, 2009 y 2010.

 

  • En 2015, fuiste una de las impulsoras del Día de la Visibilidad Lésbica en Chile. ¿Cuál fue la historia detrás de esta conmemoración y cuál ha sido su importancia en la sociedad chilena?

El Día de la Visibilidad Lésbica, después de la revista en papel, seguí con el sitio web. Llegó un momento en que visualicé que no había organizaciones benéficas institucionalizadas. Si había, las compañeras no querían nada con la institucionalidad. Entonces pensé, ¿por qué no tener una agrupación, al estilo de Corporación Humanas? Me preguntaba cómo las feministas podían levantar grandes organizaciones y nosotras, las lesbianas, no. También necesitábamos incidir en el Congreso, para que no fueran solo los gays hablando en nuestro nombre, sino también las lesbianas.

Entonces, nuevamente tuve la visión en un momento súper bueno de la historia política del país, que fue en 2014, cuando Michelle Bachelet ganó la presidencia a fines de 2013. Ella dijo que iba a tener puertas abiertas para las organizaciones. Era su segunda vez como presidenta y reafirmó su compromiso de puertas abiertas. Entonces, les dije a unas amigas: «Chicas, aquí está la oportunidad. Si va a ser de puertas abiertas, nos van a recibir. Vamos a poder establecer nuestras demandas». Así nació la agrupación. Y bueno, ese cuento es para decirte que, a través de la agrupación, empezaron a surgir otras colectivas. Al ver que nosotras nos organizamos, empezamos a hacer campañas y todo, otras compañeras se inspiraron y surgieron varios grupitos de colectivas lésbicas, como las Visibles, que ya no existen, y las Camión Rosa, entre otras.

Mira, generalmente en el movimiento activista feminista pasa eso: aparecen un montón de colectivos y luego desaparecen, y después vuelven a aparecer. Y en esa época estábamos en eso. Al principio de 2015, les dije a las chicas: «¿Saben que en Argentina tienen un día de la visibilidad? En Brasil lo tienen hace un montón de años y en otros países también». Entonces, pregunté: «¿Por qué nosotras no buscamos también un día de la visibilidad?». Las convoqué a todas, a mis compañeras, y les dije: «Chicas, busquemos una fecha». Al principio se pensaron en varias fechas.

Una de las fechas propuestas fue el 7 de abril, el natalicio de Gabriela Mistral, pero hubo voces en contra porque decían que Gabriela Mistral no se asumió en vida, se supo después por sus cartas, así que no parecía adecuado. Entonces, entre mi activismo y mi periodismo, hice una investigación sobre Mónica Briones, el primer caso documentado de un crimen de odio en Chile, que publiqué en el sitio web y en la revista impresa. Les dije a las chicas: «Estamos puro leseando, ¿por qué no hacemos que sea el 9 de julio, el día del crimen de Mónica?». Además, me contaron que después de lo de Mónica, las compañeras se reactivaron, porque aunque se habían formado en el 83, estaban recién empezando, pero después de lo de Mónica, empezaron a salir en marcha y todo. Así que dije, ese es el inicio del movimiento.

Con las chicas dijimos, listo, el 9 de julio. Ese día hicimos la primera velatón y una exposición con nuestras referencias históricas. Lo hicimos en el cine arte Alameda, antes de que se quemara. Esa exposición y velatón fueron nuestro primer día de la visibilidad lésbica en Chile.

 

  • Has trabajado en diversas áreas como periodista, activista y ahora en la gestión pública. ¿Cómo ha sido tu experiencia en el Departamento de Diversidad Sexual de la Municipalidad de Santiago y qué objetivos tienes en este rol?

O sea, sí, mira, fue un cambio bien brusco, te puedo decir, porque llevo más de 20 años en el activismo. Justo cuando llegué aquí, estaba cumpliendo esos 20 años, entonces salir del espacio en que fui coordinadora de la agrupación por 8 años, más lo de la revista, es decir, 20 años de activismo, fue un cambio súper brusco. Era como pasarme al otro lado de la mesa, de estar en la sociedad civil exigiendo y demandando, a que ahora me exigieran y demandaran a mí.

Sin embargo, acepté el desafío porque sentía que debía conocer ese otro lado, cómo funciona todo el aparataje. Además, con toda mi experiencia y trayectoria, pensé que podía aportar. Era una oportunidad de estar en un espacio donde se podían hacer cambios, aunque es complejo porque llegas con todas las ganas e ilusiones de hacer cambios, y te encuentras con la muralla burocrática del Estado. Ahí hay que bajar las expectativas, pero en lugar de bajarlas, las he adaptado a los recursos y posibilidades que tenemos. Hemos logrado hacer cosas importantes para las comunidades dentro de la comuna. Por ejemplo, creamos una guía de salud y capacitamos a 26 personas. Nunca había dado tantas charlas en mi vida.

De conceptos básicos de diversidad en esta guía de salud para atender a personas de las disidencias. Hemos hecho un gran esfuerzo y se han logrado otras cosas también. Conseguí que se instale una placa en homenaje a las víctimas del odio el día de la visibilidad lésbica, y la municipalidad se comprometió con la placa. Todavía está en proceso de aprobación, pero lo estoy moviendo.

Quiero que nuestro paso por aquí sea importante. Sé que habrá críticas hacia la institucionalidad y desconfianza, pero no se puede negar que el equipo que hemos formado, junto a Franco Fuica y otros compañeros, ha sido muy importante. Todos venimos del activismo y, dentro de nuestras posibilidades, hemos querido hacer aportes y cambios significativos. Y creo que lo hemos logrado.

Después, cuando otra alcaldía asuma, creo que se va a echar de menos este espacio porque el servicio que hemos ofrecido, con acompañamiento psicológico y legal, ha sido invaluable. También hemos trabajado con la oficina especial para personas en situación de calle, capacitándolas sobre cómo tratar a personas de la disidencia, especialmente a personas trans.  Aunque no nos corresponde al 100%, hemos estado allí. Este trabajo quizás no se vea mucho, pero creo que el aporte que hemos hecho hasta ahora ha sido súper importante.

 

  • En 2023, impulsaste la Fundación Poderes. ¿Qué nos puedes contar sobre esta iniciativa y cuál es su misión principal?

Sí, bueno, verás, lo de «Poderes» surgió un poco después de que salí de la agrupación, en el intermedio antes de llegar a la municipalidad. Me presenté como candidata a diputada con bastante temor porque nunca había participado tan de cerca en la política partidista, y me atreví a hacerlo porque en ese momento no había ninguna diputada lésbica. Sentí que quizás podía hacer un cambio. Felizmente, una compañera, Marcela Riquelme, fue electa más tarde, aunque ella no era tan abiertamente lesbiana como yo. Lo compartí en todos los aspectos de mi vida: panfletos, afiches, en todos lados. Me dicen que a lo mejor por eso perdí, pero no me iba a esconder porque hubiese sido muy contradictorio con lo que represento. Quise dar una señal, que la palabra lesbiana estuviera por todos lados.

Después de esa experiencia fuerte, donde no iba con ninguna herramienta más que la del activismo, aprendí sobre la marcha. El activismo es muy diferente a los espacios políticos. Tuve que ser jefa territorial, hacer planos de los sectores, y un montón de cosas más que no dominaba en absoluto. No fui elegida, pero obtuve cerca de 3.000 votos, lo cual no fue tan mal. Fue en un distrito donde no me conocían tanto; quizás hubiera sido diferente en Santiago, donde creo que me conocen más. Pensé que nacer y crecer en Chile sería suficiente, pero hay que tener una conexión muy fuerte con el territorio, y sentí que carecí un poco de eso. Aun así, me dieron un cupo en un partido porque lo necesitaba.

Sentí que faltaba apoyo para las disidencias. Sé que hubo otras que sí lo tuvieron, como Emilia Schneider, pero no hay herramientas adecuadas para las disidencias que se quieran postular a cargos. Los espacios políticos están ahí, así que, inspirada por lo que pasó en 2022, empecé a comunicarme con compañeras que trabajan en el estado y en el servicio público. Les propuse la idea de crear una fundación dedicada a trabajar en la incidencia política y a resignificar el concepto de poder.

Nos pareció excelente porque tenía mucha relación con lo que queríamos hacer. La labor de «Poderes» es buena. Queremos tener escuelas de formación para incidir en los espacios políticos, y también para liderazgos y vocerías de organizaciones de activistas, para que tengan herramientas de incidencia. En la agrupación tuvimos que aprender solas a hacer incidencia; las feministas nos ayudaron un poco, pero no era suficiente.

Estas escuelas de formación que queremos hacer son una de las primeras tareas de «Poderes». Queremos lanzarlo este año. Es súper importante, más allá de los cargos políticos, también apoyar campañas de candidatos para que haya más representación política. Además, buscamos resignificar lo que es el poder y cómo las disidencias podemos llegar a resignificarlo.

Valga la redundancia, el término de poder y hacerlo de una manera más colectiva, eso es Poderes, ¿no?

 

  • ¿Cuáles crees que son los mayores desafíos que enfrenta actualmente la comunidad LGBTIAQ+ en Chile y cómo pueden ser abordados?

Mira, yo creo que igual ha habido como… A ver, siguen presentes las organizaciones más hegemónicas, como MOVILH e Iguales. Son las hegemónicas, las que tienen TV, no sé si recursos, pero están dedicadas 100% a esta temática. Y hay otras que les siguen, dedicadas a otros sectores como Todo Mejora, ¿verdad? Pero siento que ha habido una especie de pasividad en esta última etapa. Muchas analizamos que puede ser porque algunos nos vinimos al Estado a trabajar. Entonces, en el fondo, hubo como una especie de bajón, falta un poco de eso.

Sin embargo, lo que yo he sentido es que han ido surgiendo nuevas identidades. No nuevas, pero están más visibles. Hay identidades que están siendo mucho más visibles, se están organizando y están planteando otro tipo de activismo que no era el que estábamos acostumbrados históricamente.

Me refiero a lo que hacen, por ejemplo, las organizaciones hegemónicas, que es hacer incidencia en el Congreso, ¿verdad? Muchas de estas nuevas organizaciones también lo pueden hacer, pero no están 100% enfocadas en eso. Siento que estas nuevas identidades están mucho más enfocadas en lo comunitario. De hecho, la misma agrupación de la que yo salí, que hoy en día tiene otras compañeras y otra coordinadora, se plantea desde lo comunitario. Yo les digo «oye, la incidencia», pero no les interesa mucho. Son espacios que no están en su siquis ni en su discurso porque sienten que son espacios ya agotados, ¿no? Prefieren estar en el territorio.

Pero yo creo que eso igual es importante. No digo que una cosa excluya a la otra. Creo que las dos son importantes y, en ese sentido, lo comunitario y lo territorial es sumamente importante. Hay muchas situaciones que, como activistas, a veces no conocemos muy bien. Por ejemplo, ahora que estoy en la muni, me he dado cuenta de las personas en situación de calle, personas trans que generalmente nunca me habría imaginado. Una se lo imagina y te lo dicen, pero es distinto a verlo. He visto eso y también han llegado compañeras que son expulsadas de su familia y terminan en la calle. Pensamos muchas veces que no sucede, pero sucede. Siento que hay muchas realidades que están abordando la nueva generación de activistas, que las hegemónicas y quienes nos dedicamos a eso antiguamente lo hacíamos mucho desde la teoría.

Quizás enfocándonos en cuestiones como irrumpir en las leyes. A veces las leyes no lo son todo. Obviamente, está la deuda de mejorar la ley antidiscriminación, que sacaron una ley por el apuro, ¿no? Tenían que sacar una ley y sacaron una ley antidiscriminación muy débil. Hoy en día se está arreglando, pero tú sabes lo que pasó estos días, ¿no? Que se rechazó, volvió nuevamente a comisión mixta, atrasando todas las gestiones. Es una deuda, pero paralelamente, las colectivas y las organizaciones están haciendo un trabajo profundo a nivel territorial y comunitario.

Lo hacen pensando, por ejemplo, en la violencia y la vulnerabilidad, que han ido creciendo año a año. Están también los discursos de odio y el avance sostenido de los fundamentalismos de la ultraderecha, que hemos estado anunciando desde hace años. Hoy lo tenemos en el Congreso con personas de religión evangélica difundiendo sus discursos de odio, personas que hablan de desviación. Son discursos que en los noventas escuchábamos y es increíble todavía escucharlos, ¿no? Cuando creemos que con el matrimonio igualitario ya estaba todo solucionado. Esa violencia sigue ahí, y en cualquier momento, lo poquito y nada que hemos obtenido puede ser empañado.

Nos echan la culpa del retroceso. No es que ustedes le pusieron mucho color con la primera propuesta constitucional, era demasiado. Leí una frase que decía: «es fácil decir que es exagerado cuando estás desde un lugar de privilegio». Es fácil decirlo desde el privilegio, pero quienes vivimos estas vivencias sabemos que es una cuestión tan básica de derecho. Creo que todos deben prestar atención al avance de la ultraderecha porque de repente la vamos a tener aquí y no sabremos cómo pararla. Vamos a enfrentarla con organización y articulación, pero desde antes ya tenemos que estar alertas. Algunas de nosotras vinimos a trabajar al estado tratando de hacer nuestro aporte, pero en la calle debe haber una mayor articulación.

Es necesario que aprovechemos a quienes estamos en el estado para crear una gran red y enfrentarnos a lo que viene, porque siento que todavía no le hemos dado la importancia que merece. Puede que no haya un impacto inmediato, pero van a trabajar incansablemente hasta llegar al poder que ellos entienden como tal.

 

  • ¿Qué mensaje te gustaría transmitir a las nuevas generaciones de activistas LGBTIAQ+ que están comenzando su camino?

Como mencioné antes, me parece valioso que quieran innovar en el activismo. Incluso yo he aprendido mucho, ¿sabes? Me he dado cuenta de muchas cosas que, cuando estábamos inmersos en un activismo más tradicional, no veíamos. Esto les pasó, por ejemplo, a los gays de generaciones anteriores, que no se dieron cuenta de que estaban excluyendo a otros grupos. Disculpa, ¿tú te identificas como gay, verdad?

Perdón por extenderme, me refiero a los gays de generaciones anteriores. Esos activistas tuvieron dificultades para darse cuenta de que su activismo excluía a grupos más invisibilizados, como las lesbianas, las personas trans y otras identidades que simplemente no se consideraban. Ahora, con esta nueva visibilidad, estas identidades que parecen «nuevas» siempre estuvieron ahí. Lo que pasa es que ahora se están haciendo visibles.

Se están mostrando, se están empoderando, se están organizando, y eso lo encuentro súper positivo. Lo que les diría a estas nuevas generaciones de activistas es lo mismo que digo a las nuevas activistas lésbicas. Ser una lesbiana feminista es recordar y aprender de las que estuvieron antes. A pesar de que antes las cosas se hacían de otra manera, es vital aprender de los contextos más represivos en los que se hacía activismo, donde ni siquiera había la posibilidad de nombrarse, de construir, de informarse, de saber que había otras personas sintiendo lo mismo. Muchas de mi generación pensábamos que éramos las únicas en el mundo.

Esa memoria es súper importante. Es vital aprender de las desgracias que nos pasaron como comunidad, como el incendio del Divine, y de los primeros triunfos, como la derogación de la sodomía hace 20 años. Tuve amigos que fueron detenidos en esa época por simplemente besarse o tomarse de la mano.

¿Cómo aprendemos de esas épocas más duras? Quizás tomando en cuenta que puede venir una mano dura con el ultra conservadurismo. Si hubo organización en épocas de dictadura y en los 90, cuando los diarios publicaban cosas horribles sobre las disidencias, ¿cómo lo hacemos ahora? Mi tesis fue sobre discursos periodísticos sobre homosexualidad en la década de los 90 en Chile, y esa investigación mostró cómo un país puede retroceder en sus discursos.

¿De verdad hay una mayor aceptación, pero hay estos enclaves que empiezan a surgir? No, no, y empiezan un poco a echarle la culpa, al que es diferente, al migrante, a la persona de la disidencia. Hoy, antes esto no era así y antes éramos mejor. Ahora quieren meterse con mis hijos y no sé qué con mis hijos. Ahora quieren que hablemos de tal manera, nos están diciendo, incluso aquí mismo en la municipalidad me han dicho funcionarios.

 

  • Finalmente, ¿cuáles son tus planes y proyectos futuros en el ámbito del activismo y la lucha por los derechos LGBTIAQ+?

Bueno, yo siempre estoy llena de proyectos, como que no paro. A pesar de que la energía ya no es tanta como antes, sigue mermando un poco, pero igual siempre me entusiasmo con nuevas cosas, siempre estoy proyectando. Mi activismo en poderes es sacar adelante e instalar el concepto de resignificar la palabra «poder» para las disidencias, que no sea solo individual, sino colectivo.

Hacer estas escuelas de incidencia, seguir aportando, esos son mis proyectos. También estoy con un proyecto de un libro sobre Mónica Briones, que está en etapa de edición. Es importante para mí, es un sueño, y espero que resulte. Una vez que salga de aquí, me dedicaré a poderes. Además, tengo otros proyectos personales en mi vida privada, cómo hacer para parar la olla, pero en el activismo seguiré hasta que me den toda la fuerza y la creatividad que siempre me ha caracterizado.

Ha sido un privilegio conversar con Erika Montecinos, cuya trayectoria y dedicación al activismo lesbofeminista en Chile ilumina el camino para futuras generaciones. Su trabajo, desde la fundación de «Rompiendo el Silencio» hasta su rol en la gestión pública, destaca la importancia de la visibilidad y la lucha constante por los derechos y la igualdad de la comunidad LGBTIAQ+.

Esta entrevista se enmarca en nuestro ciclo especial de conversaciones durante el Mes del Orgullo, subrayando la diversidad de voces y experiencias que conforman el movimiento por la diversidad sexual en nuestro país. A través de estas historias, buscamos no solo celebrar los logros, sino también inspirar a otros a unirse a esta causa esencial.

 


Estas acciones forman parte del compromiso de TRANSED por contribuir con los Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas. Si te interesa saber más sobre los ODS, puedes contactar con nosotros aquí.

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